jueves, 18 de diciembre de 2008

PARA TENER EN CUENTA

La entrada de su casa es la que requiere el primer esfuerzo en seguridad.

Para elegir una buena puerta a prueba de ladrones es conveniente tener en cuenta tres aspectos muy importantes: los materiales en los que está fabricada, el tipo de cerradura que lleva incorporada y, casi lo más importante, su perfecta instalación.

Para un piso lo recomendable es una puerta blindada o acorazada que cuente con el refuerzo de dos láminas metálicas de un milímetro de grosor cada una.

Si en cambio tiene un chalé, las chapas metálicas que refuerzan las puertas pueden alcanzar hasta dos milímetros de espesor y deben incluir, además, dos o tres estructuras plegadas (en forma de Z o de omega) de un milímetro de grosor cada una.

Cerraduras

En cuanto a las cerraduras, los cerrajeros aconsejan instalar aquellas que se llaman multipunto que son las que tiene varios anclajes a la pared. Otro consejo es instalar cerraduras con un sistema antipalanca: es un sistema que tiene tres, cuatro o cinco bisagras en el lado de la puerta opuesto al pestillo. Existen también los llamados escudos de seguridad antitaladro, que aportan todavía más blindaje a su puerta.

Y una vez elegida la puerta y su cerradura correspondiente sólo le queda instalarla y es aquí donde las cosas se complican un poquito más porque, una mala instalación puede perjudicar su seguridad complemente. Su pared sobre la que va colocar su puerta tiene que tener como mínimo un ancho de medio pie de ladrillo macizo (alrededor de 12 centímetros) y lo fundamental es que, al colocarle el marco, no quede ningún hueco, por pequeño que sea, que permita hacer palanca.

Los cerrajeros que le instalen su puerta blindada debe utilizar unos tornillos expansivos o antiviolables. Se trata de tornillos que una vez colocados se expanden en contacto con el muro, haciendo prácticamente imposible su vuelta hacia atrás.

El marco de la puerta es también importante. Para un piso no importa que sea de madera o de chapa metálica pero en cambio, en el caso de un chalé, lo que se recomienda son únicamente los metálicos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Llave.
Las primeras cerraduras que se usaron en Roma eran extremadamente simples: consistían en dos argollas, una en cada hoja de la puerta, en medio de las cuales se pasaba un clavo (clavus, clavi).
Este sistema facilitaba en tal grado el trabajo de los ladrones que, para evitarlo, los artesanos fueron ideando sistemas más complejos en los cuales se confería al clavo una forma específica para cada puerta, de forma que sólo el dueño de casa o quien tuviera aquel clavo podía abrir y cerrar. Con esta novedad, el nombre del clavo cambió ligeramente para llamarse clavis (llave, clave).
El jurisconsulto Papiniano usaba la expresión clavem tradere con el sentido de ‘entregar la administración de los bienes’, y Cicerón usó claves adimere como ‘sacar las llaves a la mujer, repudiarla’. En sentido figurado, se usó clavis scientiæ como ‘clave de la ciencia’.
En castellano llave fue usada desde muy temprano, a tal punto que la palabra aparece ya con su forma actual desde los poemas de Berceo (1230-1250). Clave llegó más tarde, adoptada por vía culta, en la segunda mitad del siglo xvi, y con un significado muy específico que se restringía a lo que sería el sentido figurado de llave: un código secreto, las reglas que revelan su funcionamiento, y aun un conjunto de signos.